¿Detrás de una estrella...?


Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, llegaron unos sabios (magos) diciendo que vinieron porque vieron una estrella. La aparición de la estrella debe servirnos para recordar que el Señor puede servirse de lo que él quiera para comunicarse con nosotros.

 

La llegada de estos hombres, estudiosos de los fenómenos astronómicos que observaban el movimiento de las estrellas, traslada el significado del nacimiento de Jesús, más allá de las fronteras de Israel, hacia el mundo gentil (no judíos). Desde tiempos antiguos, Dios había mostrado a su pueblo (Israel) que deseaba, no sólo ser el Dios de ellos sino de toda la tierra; para esto, ellos no sólo debían ser una nación “con” sacerdotes sino “de” sacer-dotes, instrumentos del Señor para relacionar a Él con todos los habitantes de la tierra.

 

De hecho, esta vocación está contenida en el llamado del patriarca, Abraham: «Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga maldeciré. En ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Génesis 12.3). Tristemente, no encontramos indicios en la historia del Antiguo Testamento de que alguna vez le haya interesado a Israel buscar la forma de extender la bendición de Dios hacia sus vecinos más cercanos.

 

No obstante, el Señor se movió periódicamente entre los gentiles. En la Biblia se nos relata cómo Naamán, de vuelta a su país, llevó las convicciones espirituales que resultaron de la sanidad que recibió de Dios. Desde África llegó la reina de Saba para probar la sabiduría de Salomón. Jonás, renuente misionero de Jehová, predicó la Palabra entre los Asirios, y fue testigo del arrepentimiento de toda una ciudad (Nínive). En el exilio, Dios usó poderosamente a Daniel para bendecir a los babilonios; como también lo hizo a través de Ester, Nehemías y Esdras.

 

Dios, a pesar de la indiferencia de su pueblo Israel, siempre ha sabido cuál es el medio ideal y particular para moverse entre las naciones a fin de dar a conocer las bondades de su corazón.

 

El relato de Mateo es llamativo porque muestra a un grupo de hombres, que sin la herencia religiosa de los judíos, tuvo en sus manos cómo descubrir que el Mesías había nacido. El mensajero de esta noticia, para ellos, fue una estrella. No se nos provee ningún tipo de detalle acerca de la forma en que apareció este astro ni cómo interpretaron su significado. El firmamento proclamó la presencia de Dios y, aquellos que tuvieron ojos para verla, la vieron.        

 

En el Salmo 19 leemos que «los cielos proclaman la gloria de Dios, y la expansión anuncia la obra de sus manos» (v 1). Los magos, con esa obsesión típica de los científicos, habían interpretado el mensaje de un fenómeno que observaron en el cielo, y llegaron a Jerusalén para investigar más a fondo el asunto. Aun no teniendo mensajeros dispuestos a ir a los gentiles, Dios se estaba moviendo en medio de ellos y dando a conocer su intención de incluir a los gentiles en la salvación que empezaba, primero, en la casa de Israel.

 

La aparición de la estrella debe servirnos para recordar que Dios puede servirse de lo que él quiera para comunicarse con las personas de todo el mundo; está en nosotros, poder reconocer Sus métodos. Después de todo, el deseo del corazón de Dios es darse a conocer.

 

Eugenio Wolyniec

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